La vida que conocemos, lo que nos enseñaron en la escuela y lo que está en nuestros libros ha sido testigo de hechos importantísimos en nuestra historia universal, desde guerras hasta revoluciones y miles de eventos más. Sin embargo, lejos de los grandes eventos, el estilo de vestir de cada época también cuenta una historia, marcando generaciones y sus contextos sociales, culturales y económicos.
El siglo XIX, en particular, fue testigo de una serie de cambios significativos. Este siglo estuvo caracterizado por una revolución en la moda, reflejando los cambios políticos, sociales y económicos que acompañaron la industrialización y avances tecnológicos. Para identificar una época, siempre nos fijamos en la forma de vestir de los habitantes de esos años, y el siglo XIX no es la excepción.
Vestimenta masculina en el siglo XIX
Durante el siglo XIX, la moda masculina experimentó una evolución muy particular. En este período, la vestimenta dejó de ser tan colorida y ostentosa como fue en siglos anteriores, para centrarse en siluetas más sobrias y funcionales. Esto ocurrió en parte debido al auge de la burguesía y sus ideales asociados a la industrialización y el trabajo.
Los varones de la burguesía solían usar frac, una prenda que con el tiempo fue ajustándose al cuerpo. A principios del siglo, la silueta dejaba espacio para las hombreras anchas, los chalecos y las corbatas anchas o corbatines. Sin embargo, a medida que avanzaba la década, el frac se ajustaría más al cuerpo, con chalecos más cortos y corbatas de gran tamaño. En cuanto al calzado y los accesorios, eran comunes las botas altas en los ambientes formales y las sombreras de copa alta.
Aparte del frac, otros tipos de indumentaria incluían la levita, una especie de chaqueta larga y ajustada, que fue común entre las clases acomodadas. Los varones que no contaban con tanta fortuna solían vestir fajas de seda y chaquetillas más sencillas, aunque la levita también encontrara su lugar entre las clases medias a través de imitaciones menos lujosas.
El aspecto varonil también incluía el uso de pelo largo y rizado, bigotes prominentes y patillas, tantos elementos que comenzaban a simbolizar el status y la moda del momento.
A finales del siglo XIX, el uso del sombrero de copa alta se generalizó en Occidente, gracias a la influencia de la moda inglesa, dominada por la Reina Victoria.
Vestimenta femenina en el siglo XIX
Mientras tanto, la vestimenta femenina atraviesa cambios masivos a lo largo del siglo. A principios de la centuria, las mujeres adoptaron el estilo de ropa imperio, un estilo caracterizado por cortes ajustados justo debajo del busto, dejando el resto de las prendas fluir de manera más suelta.
Luego, el estilo se hizo más voluminoso como las muñecas, y las faldas hechas de hasta 14 metros de tela se convirtieron en una tendencia decisiva en la era. Asimismo, las mantillas de seda y las peinetas eran accesorios clave del estilo y las modistas de la época no cesaban en innovar con bordados y tejidos de la mejor calidad. El estilo de la mujer debía destacar en todo momento.
A lo largo del siglo, las mujeres integraron también nuevas estructuras a la forma de las faldas, como la enagua con aros, que dieron lugar a una mayor variedad de texturas y formas. De hecho, el controvertido miriñaque y su evolución, el polisón, marcaron la segunda mitad del XIX.
El estilo Mirañaque apareció a mitad del siglo, permitiendo una evolución hacia diseños más sencillos y menos aparatosos. Las mujeres ahora podían moverse con mayor libertad sin sacrificar la silueta de reloj de arena tradicional. El estilo Polisón surgió posteriormente, y facilitó una transición hacia vestidos más ajustados en la parte superior del cuerpo, con dos piezas separadas—el corpiño y la falda—lo que ofrecía nuevas oportunidades para personalizar y estilizar el atuendo.
El impacto de la Revolución Industrial en la moda
Con la llegada de la Revolución Industrial, a finales del siglo XIX, el campo de la vestimenta se vio profundamente influenciado. Los avances tecnológicos permitieron la creación y producción en masa de nuevas telas, y lo que antes estaba reservado para la clase alta, ahora era accesible para una parte considerable de la población. Este fue un punto clave en la democratización de la moda.
A partir de los años 70, las mujeres comenzaron a utilizar vestidos más cómodos y de tejido más flexible, mientras que las tendencias de la ropa masculina se volvieron más prácticas, priorizando el confort y la movilidad sin sacrificar el estilo personal. Los trajes sastre y vestidos de día cobraron relevancia entre las clases trabajadoras.
Esto también permitió que la moda cambiase de estación en estación, un fenómeno que no se había dado en siglos anteriores con la misma intensidad. Las publicaciones de moda comenzaron a tener un papel crucial en la difusión de las nuevas tendencias, sobre todo en Europa occidental.
La moda y la alta costura en el siglo XIX
El siglo XIX no solo fue testigo de la aparición de prendas más funcionales, sino también del nacimiento de la alta costura. El diseñador Charles Frederick Worth es generalmente considerado uno de los padres de este movimiento, que trajo consigo la personalización de las prendas y el inicio de las grandes casas de moda. Worth publicó colecciones dos veces al año, diseñando ropa para la emperatriz Eugenia y otras figuras prominentes de la época.
La irrupción de diseñadores reconocidos, como Worth y más tarde Emile Pingat en Francia, definiría un estilo completamente diferente en este periodo, donde las mujeres de la aristocracia y la alta burguesía acudían a los salones para elegir sus vestidos. Temporadas y tendencias dictaban lo que se llevaría.
La aparición de revistas especializadas como el Journal des Dames et des Modes aportó con regularidad imágenes y descripciones de nuevas colecciones, contribuyendo a la rápida expansión de las modas parisinas hacia otros lugares como Londres, Viena y Madrid.
En resumen, el estilo de vestir en el siglo XIX se convirtió en un reflejo directo de una época de cambios industriales, políticos y sociales. Desde los lujosos trajes de la alta burguesía y la aristocracia, hasta los refinados trajes de las clases más humildes, la moda fue testigo y protagonista de estos eventos.