Las abejas se nutren principalmente de néctar, y de polen que recogen de las flores y de los árboles. Si las abejas acuden a las flores es porque se sienten atraídas por su néctar, un jarabe dulce que extraen de los cálices de las flores.
Introduciéndose en estos cálices las abejas se impregnan del polen del que una parte les proporcionará proteína y otra servirá para fecundar las flores. Las abejas se alimentan de un jarabe dulce secretado por las plantas por un fenómeno de exudación.
Este jarabe sirve igualmente para fabricar la miel. Además de estos elementos, conviene saber que como para todo ser vivo, el agua es vital para las abejas. Por eso es necesario poner agua cerca de las colmenas.
Durante la estación invernal, las abejas se sirven de la miel almacenada en la colmena para nutrirse. La cantidad de miel debe ser suficiente para toda la colonia en espera de la llegada de la primavera.
Para nutrir a las abejas, no hay nada mejor que la propia miel. En cualquier caso, el apicultor sólo puede llevarles la miel a la que están habituadas. Por ejemplo, si las abejas se nutren siempre de una miel de eucalipto, hay que darles esa, y no miel de montaña o de lavanda.
Otros apicultores proporcionan igualmente un jarabe de azúcar o una cantidad de polen biológico. Durante la estación invernal, se recomienda aportar un complemento nutricional para las abejas. El apicultor debe tomar precauciones sobre la composición y la cantidad del jarabe para que la colonia de abejas consiga sobrevivir durante todo este período.
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