El infarto blanco es en efecto un pseudoinfarto formado de nódulos de degeneración fibrinoide en el tejido placentario. De color amarillo blanco o gris, duras y rodeadas de vellosidades, estas degeneraciones son benignas y no tienen consecuencias sobre el desarrollo del feto o en el momento del parto.
La patogénesis de éste infarto comprende lesiones inflamatorias del endometrio, que producen el depósito de una sustancia fibrinoide sobre la vellosidad. Esto es debido a la respuesta del tejido conjuntivo frente a la necrosis celular y a la trombosis de arterias vellositarias.
Los infartos rojos están constituidos de varios núcleos rojos o negros, de consistencia firme. Se trata de protuberancias que se encuentran sobre la parte materna de la placenta.
Cuando éstas son muy numerosas, dan a la placenta un aspecto singular. Entonces se llama placenta trufada.
El color depende del tiempo que ha transcurrido desde el infarto. Los núcleos rojos, al comienzo, pasan por una transformación fibrosa y adquieren un color negruzco grisáceo. Se vuelven hinchados y más duros.
La placenta será generalmente más pequeña, aplanada, menos gruesa y más ligera que una placenta sana. Un examen histológico permite ver en el centro, sangre más o menos modificada, después, una estratificación fibrinosa, y en la periferia, vellosidades aplastadas que forman un envoltorio.
Los infartos rojos pueden ser provocados en las mujeres embarazadas que sufren albuminuria e hipertensión. En casos raros, se producen en mujeres que no sufren preeclampsia.
En cuanto a la etiología de este síntoma, el espasmo arterial generalizado durante una preeclampsia afecta a las arterias vellosas.
Esto generaría una necrosis celular con liberación de aminas presoras y de histamina que agrava la situación.