Minerales críticos: definición, usos, mercados y retos de suministro

  • Demanda en auge y cadenas de suministro vulnerables elevan la criticidad de minerales clave.
  • Renovables, baterías y electrónica dependen de materiales como litio, níquel, tierras raras o cobre.
  • Procesado concentrado (especialmente en China) y baja producción europea generan cuellos de botella.
  • Soluciones: datos fiables, reciclaje avanzado, sustitución, acuerdos internacionales y regulación robusta.

Minerales críticos y transición energética

La conversación sobre descarbonización ha puesto en primer plano a un grupo de materias primas que antes pasaban casi desapercibidas. Hoy, sin un flujo estable de estos recursos sería inviable desplegar energías renovables, digitalizar la economía o electrificar el transporte, así que conviene entender bien qué hay detrás de su cadena de valor. En pocas palabras, hablamos de minerales cuya demanda se dispara mientras su suministro se complica por múltiples motivos, desde factores geológicos hasta tensiones comerciales y políticas. Ese “mismatch” entre lo que pide el mercado y lo que realmente llega a la industria es el corazón del asunto.

El interés no es puramente técnico: hay dependencia externa, riesgos geopolíticos y un impacto ambiental que no se puede pasar por alto. Gobiernos y empresas de medio mundo ya han movido ficha para garantizar el acceso a estas materias y hacerlo de forma responsable. La cuestión es cómo asegurar un abastecimiento seguro, sostenible y competitivo en el tiempo que exige la emergencia climática, sin trasladar costes injustos a comunidades y ecosistemas locales.

Qué entendemos por minerales críticos

En términos sencillos, se consideran críticos aquellos elementos de la naturaleza con demanda elevada y cadenas de suministro vulnerables, ya sea por su escasez geológica, por su concentración geográfica o por cuellos de botella en el procesamiento. La criticidad no es estática: cambia con las necesidades sociales y la oferta disponible, de modo que un material puede pasar de estratégico a crítico y viceversa conforme evoluciona la tecnología y el mercado.

No hay una definición universal que todos acepten, y los términos se solapan: se habla de minerales estratégicos, minerales de transición energética o materias primas críticas. Cada país o bloque económico elabora su propia lista prioritaria. La Unión Europea, por ejemplo, publicó en 2020 un inventario de materias fundamentales en el que aparecen, entre otros, cobalto, indio, magnesio, wolframio, litio o estroncio.

Entre los nombres que más se repiten destacan aluminio, cromo, cobalto, cobre, grafito, indio, hierro, plomo, litio, níquel, zinc y el conjunto conocido como tierras raras. Son piezas básicas para tecnologías con gran tracción de crecimiento y sin sustitutos claros en muchos de sus usos, lo que eleva su riesgo si falla el suministro.

Lista y usos de minerales críticos

Para qué se utilizan hoy

Sus propiedades químicas, magnéticas y ópticas permiten fabricar desde móviles y ordenadores hasta altavoces o tabletas, incorporando mejoras de eficiencia, rendimiento, velocidad, durabilidad y estabilidad térmica. La electrónica de consumo y la infraestructura digital dependen de estos materiales en multitud de componentes, desde microchips a imanes permanentes.

Su papel es aún más decisivo en la transición energética. Son imprescindibles para paneles fotovoltaicos, turbinas eólicas y, sobre todo, baterías de vehículos eléctricos y sistemas de almacenamiento. Cada tecnología requiere combinaciones y cantidades distintas: la solar tira más de aluminio y cobre; la eólica, de hierro y zinc; la geotérmica, de níquel y cromo; las baterías eléctricas, de grafito, níquel y cobalto.

Si ampliamos el foco, entran en juego otras tecnologías de futuro: electrolizadores para hidrógeno, redes de transmisión de datos, drones, robótica avanzada, electrónica de potencia o satélites. Estudios recientes proyectan crecimientos de doble dígito anual hasta 2030 en muchos de estos ámbitos, con una dependencia notable de materiales como indio y galio (LED de alta eficiencia), silicio (semiconductores) o el grupo de metales del platino —iridio, paladio, platino, rodio y rutenio— (catalizadores y pilas de combustible).

De dónde se extraen y quién los procesa

Los yacimientos relevantes se reparten por todo el mundo. Hay cobre en Chile y Perú; litio en Australia y Chile; níquel en Indonesia y Filipinas; cobalto en la República Democrática del Congo; y un dominio notable de las tierras raras en China. Esta distribución desigual complica la seguridad de suministro y multiplica la exposición a riesgos geopolíticos.

La extracción es solo una parte de la historia. El procesamiento y refinado están aún más concentrados: China lidera el procesado de numerosas materias críticas y supera ampliamente el 80% de la producción mundial de tierras raras. Ese control del eslabón intermedio convierte al país en un auténtico centro neurálgico del comercio global y explica los cuellos de botella que sufre la industria cuando se alteran los flujos.

Conviene recordar que estos mercados son, por lo general, más pequeños, más concentrados geográficamente y menos competitivos que los de hidrocarburos. La menor liquidez amplifica la volatilidad y la sensibilidad a shocks regulatorios o diplomáticos.

Europa y España: punto de partida

En Europa, la producción doméstica de tierras raras y de otras materias críticas es reducida, con algunas excepciones. Alemania aporta alrededor del 8% del galio mundial; Finlandia, cerca del 10% del germanio; Francia, en torno al 59% del hafnio; y España, aproximadamente el 31% del estroncio. Pese a estas islas de especialización, la capacidad europea queda lejos de la demanda del mercado interior.

Para recortar la dependencia, la UE impulsa planes para articular una industria extractiva, de procesado y reciclaje que sea viable y sostenible. En España, el subsuelo ofrece oportunidades: se han identificado recursos de litio en Cáceres y de tierras raras en Ciudad Real. Sin embargo, la tramitación de licencias y el rechazo social a nuevas minas frenan proyectos, aunque ya hay iniciativas públicas y privadas que buscan un consenso para avanzar.

Demanda futura y escenarios

Si de verdad queremos un sistema energético de bajas emisiones, necesitaremos más minerales, no menos. Las proyecciones más citadas apuntan a incrementos superiores al 40% en cobre y tierras raras, del 60%-70% en níquel y cobalto, y de casi el 90% en litio. En conjunto, para 2040 la demanda total de minerales críticos podría multiplicarse entre cuatro y seis veces sobre los niveles actuales.

En paralelo, la UNCTAD ha advertido que la demanda de cobre vinculada a renovables podría duplicarse en las próximas décadas. Al ritmo de producción presente no bastará para cubrir todas las necesidades, poniendo en riesgo la meta de limitar el calentamiento global a 1,5 ºC si no se aceleran inversión, innovación y eficiencia material.

Tecnologías clave y dependencia material

Baterías, aerogeneradores, placas solares, electrolizadores o redes de alta capacidad no se fabrican de la nada: por dentro son un mosaico de materiales especializados. Indio y galio sostienen la iluminación LED de bajo consumo; el silicio es el pilar de los microchips; los metales del grupo del platino actúan como catalizadores y electrodos. Esa dependencia cruzada entre tecnologías y materiales explica por qué fallos en un metal pueden dejar en jaque a una cadena industrial entera.

Más allá de los iconos mediáticos (litio y cobalto), el abanico es amplio. Entre los minerales más citados en contextos de transición figuran bauxita, cadmio, cromo, estaño, galio, germanio, grafito, indio, manganeso, molibdeno, níquel, selenio, silicio, telurio, titanio, zinc y el conjunto de tierras raras, además de cobre y plomo. La diversidad de materiales complica la sustitución y obliga a pensar en soluciones por aplicación concreta.

Cómo se determina la criticidad

Para valorar si una materia prima es crítica se cruzan tres grandes variables. Primero, el nivel de reservas y su tasa de reposición. Segundo, la posibilidad real de sustituirla por otros materiales con prestaciones similares. Tercero, su carácter indispensable en sectores estratégicos y el riesgo de interrupción a lo largo de la cadena. Cuando coinciden escasez, falta de alternativas y alta dependencia sectorial, el riesgo se dispara.

Los responsables de política industrial europeos lo resumen de forma clara: si no hay un suministro seguro y sostenible de materias críticas, tampoco habrá reindustrialización verde ni digitalización competitiva. Esa es la lógica que hay detrás de las nuevas leyes, alianzas y fondos que buscan blindar el acceso a estos recursos.

Dónde encontrar datos fiables

Para tomar decisiones hace falta buena información. El portal europeo de datos abiertos devuelve decenas de miles de resultados al buscar materias primas críticas y, afinando filtros, se pueden aislar conjuntos relevantes. Destaca el paquete del Joint Research Centre (JRC) con la evaluación de 2020 sobre Critical Raw Materials. A través del sistema RMIS (Raw Materials Information System) se accede a análisis y a listados de materiales estratégicos, críticos y no críticos, junto con su uso en tecnologías habilitadoras.

Otra fuente esencial es la European Geological Data Infrastructure (a menudo referida como EDGI), con catálogos y servicios geológicos que incluyen mapas de ocurrencias de litio, cobalto o grafito. Muchos de estos conjuntos provienen del proyecto FRAME, en el que participan varios organismos europeos como el IGME español, y permiten descargar datos en formatos como GeoJSON. Son recursos valiosos para entender dónde están los recursos y en qué contexto geológico aparecen.

En el plano internacional, la Agencia Internacional de la Energía ofrece el Critical Minerals Demand Dataset, una base de datos descargable que facilita escenarios y balances de oferta y demanda asociados a la transición energética. Estas fuentes combinadas avalan diagnósticos más robustos y comparables para empresas y administraciones.

Impacto ambiental y minería con criterios climáticos

La extracción y el procesado tienen huella: la minería a cielo abierto genera estériles, puede contaminar acuíferos con metales pesados y alterar ecosistemas frágiles. Además, el refinado es intensivo en energía y agua. Cuando la producción se concentra en países con normativas ambientales menos estrictas, los impactos tienden a agravarse.

Ante este escenario está emergiendo la idea de una minería “climáticamente inteligente”: técnicas y prácticas que minimizan la huella y hacen compatibles la necesidad de minerales con la protección del entorno. No es una etiqueta de marketing, implica rediseñar procesos, medir impactos y exigir trazabilidad a lo largo de toda la cadena.

Reciclaje, economía en espiral y sustitución

La tecnología ayuda. Se están extendiendo procesos hidrometalúrgicos, pirometalúrgicos y de biolixiviación para elevar tasas de recuperación y pureza, y el ecodiseño busca facilitar el desmontaje y la trazabilidad. También gana peso la sustitución selectiva de materiales, como el paso a químicas de batería LFP (litio, hierro, fosfato) que evitan níquel y cobalto, o el desarrollo de baterías de iones de sodio para aplicaciones específicas.

La escala del reto es enorme: estimaciones del BID apuntan a que harán falta del orden de 3.000 millones de toneladas de minerales para completar la transición hacia una economía baja en carbono. Sin mejoras drásticas en reciclaje, eficiencia material y sustitución, la presión sobre la extracción primaria será muy elevada.

Aplicaciones y mercado en la transición energética

Fotovoltaica, eólica, redes eléctricas y almacenamiento son los grandes demandantes, pero no los únicos. La sanidad emplea platino en catalizadores y equipos, el grafito se usa en electrodos y materiales refractarios, y las tierras raras hacen posibles imanes de alto rendimiento en motores y generadores. El abanico de aplicaciones explica por qué la demanda crece a la vez en múltiples sectores.

En paralelo, el mercado reacciona a los incentivos. La subida del precio del litio de los últimos años evidenció la sensibilidad del sistema y catalizó inversiones, además de tensiones geopolíticas. La respuesta regulatoria incluye acuerdos internacionales para estabilizar cadenas de suministro y armonizar criterios ambientales y sociales.

Gestión responsable y regulación

Para reducir riesgos se necesitan cadenas de suministro resilientes, reglas claras y transparencia. Los marcos regulatorios deben atraer inversión, repartir beneficios de manera equitativa y fijar estándares ambientales y de derechos humanos verificables. Los sistemas de certificación y la diligencia debida son piezas clave para ganar legitimidad social y acceso a mercados.

En el lado tecnológico, la industria persigue bajar el contenido de cobalto en ciertas aplicaciones del entorno del 30% a cifras próximas al 10%, impulsar baterías LFP y madurar opciones basadas en sodio. Cuantas más alternativas técnicas fiables existan, menor será la exposición a un único material.

Los gobiernos, por su parte, están cerrando alianzas como el acuerdo sobre minerales críticos entre la UE y Estados Unidos, que busca facilitar el comercio y asegurar materias para tecnologías limpias. La diplomacia económica se ha convertido en un factor tan importante como la geología.

América Latina en el mapa de la transición

La geografía de muchos de estos recursos se superpone con territorios de altísima riqueza biológica y cultural. Es el caso de la Amazonía o de los salares andinos. Una parte sustancial de la extracción se concentra en el Sur global, por lo que la gobernanza y la participación local marcan la diferencia entre oportunidad y conflicto.

Producciones destacadas en la región incluyen, entre otras: Argentina (litio), Bolivia (litio), Chile (cobre y molibdeno, además de litio), Brasil (aluminio, bauxita, litio, manganeso, tierras raras, titanio), Colombia (níquel), México (cobre, estaño, molibdeno, zinc) y Perú (estaño, molibdeno, zinc). La agenda internacional ha escalado el debate, con recomendaciones de un panel de la ONU para una gestión justa y sostenible y con audiencias recientes ante la CIDH sobre impactos ambientales y sociales.

Tierras raras: qué son realmente

Bajo el paraguas de “tierras raras” se agrupan 16 elementos: los lantánidos (del lantano al lutecio) más el itrio, por su química análoga. Se trata de escandio, itrio, lantano, cerio, praseodimio, neodimio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio. El término “raro” no significa que apenas existan en la corteza terrestre; el reto está en que no suelen concentrarse en depósitos de fácil explotación y su separación es compleja.

Su importancia radica en su papel en imanes permanentes, fósforos para pantallas, catalizadores y múltiples usos en electrónica y energía. La cadena de valor requiere procesado y refinado altamente especializados, lo que aumenta la barrera de entrada y la dependencia de pocos actores.

Terminología y listas de materiales de transición

Además de los ya citados, en las tecnologías de energía renovable aparecen con frecuencia bauxita, cadmio, cromo, estaño, galio, germanio, grafito, indio, manganeso, molibdeno, níquel, selenio, silicio, telurio, titanio y zinc, junto a cobre, litio, cobalto y tierras raras. Por usos aproximados:

  • Tecnologías solares: bauxita, cadmio, estaño, germanio, galio, indio, selenio, silicio, telurio, zinc.
  • Instalaciones eléctricas: cobre.
  • Energía eólica: bauxita, cobre, cromo, manganeso, molibdeno, tierras raras, zinc.
  • Almacenamiento de energía: bauxita, cobalto, cobre, grafito, litio, manganeso, molibdeno, níquel, tierras raras, titanio.
  • Baterías: cobalto, grafito, litio, manganeso, níquel, tierras raras.

En sanidad y alta tecnología, el platino destaca por su resistencia a corrosión y altas temperaturas, aplicándose en catalizadores y equipos médicos. El grafito, además de su papel en ánodos de baterías, se emplea en electrodos, lubricantes y refractarios. Esta diversidad sectorial obliga a monitorizar múltiples cadenas de valor en paralelo.

Mercados, política industrial y datos para decidir

La combinación de escasez geológica relativa, concentración de producción, complejidad del procesado y demanda creciente genera vulnerabilidad. De ahí que la inversión y la innovación se hayan convertido en prioridades de política económica en la UE, Estados Unidos, Australia y otros países. Sin planificación y datos abiertos de calidad, las decisiones llegan tarde o se basan en intuiciones.

El ecosistema de datos europeo —con el RMIS del JRC y la infraestructura geológica EDGI—, unido a recursos de la AIE, está ayudando a normalizar diagnósticos, comparar escenarios y priorizar cuellos de botella. Disponer de series homogéneas y trazables reduce la incertidumbre para reguladores e inversores.

España, con potencial minero y liderazgo renovable, aspira a jugar un rol clave en una cadena de suministro europea más autónoma y sostenible. La clave pasará por compatibilizar oportunidades industriales con garantías sociales y ambientales, aplicando estándares exigentes y mecanismos de participación en los territorios.

La transición energética no es solo cuestión de kilovatios verdes: también exige una transición de materias primas. Con cadenas de suministro diversificadas, reciclaje mejorado, sustituciones inteligentes y cooperación internacional, es posible reducir riesgos y acelerar la descarbonización sin dejar a nadie atrás.

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