El astrónomo italiano Galileo Galilei, una de las figuras más innovadoras de la historia de la ciencia, realizó grandes avances que cambiarían la visión del cosmos aceptada hasta su tiempo. En 1611, presentó a la corte papal su primer telescopio, creado por él mismo, con el que abrió una nueva era en la astronomía. Sin embargo, su relación con la Iglesia se tornó conflictiva debido a los descubrimientos y teorías que desafiaron los dogmas aceptados.
Galileo descubrió con este telescopio cuerpos celestes jamás antes vistos, como las lunas de Júpiter, las fases de Venus o las irregularidades en la superficie lunar, que demostraban que los cielos no eran inmutables como hasta entonces se creía. Pero lo que verdaderamente desató la tensión fue su apoyo a la teoría copernicana, que defendía que la Tierra no era el centro del universo, sino que giraba alrededor del Sol.
Galileo y su descubrimiento del telescopio astronómico
En 1609, Galileo construyó su primer telescopio basándose en descripciones de un instrumento usado en Holanda para observar objetos lejanos. Aunque no creó el telescopio, Galileo fue el primero en utilizarlo para observar el cielo y sacar conclusiones científicas. Esta invención le permitió hacer importantes descubrimientos astronómicos.
El 7 de enero de 1610, Galileo observó por primera vez las lunas de Júpiter, lo que contradecía el modelo geocéntrico de que todos los cuerpos celestes giraban alrededor de la Tierra. Cuatro meses después, publicó su obra Sidereus Nuncius (El mensajero de las estrellas), donde describía las lunas de Júpiter y los cráteres lunares, refutando así las creencias de la astronomía aristotélica.
La primera advertencia de la Iglesia en 1616
En 1616, la Iglesia ya veía con recelo los descubrimientos de Galileo, que además apoyaban el modelo heliocéntrico de Copérnico, según el cual la Tierra y los planetas giraban alrededor del Sol. La teoría copernicana entraba en conflicto directo con ciertas interpretaciones bíblicas, y en ese año, Galileo fue llamado a Roma a comparecer frente al tribunal de la Inquisición.
Aunque no fue condenado en esta ocasión, se le ordenó abandonar la defensa del heliocentrismo. Galileo aceptó no enseñar públicamente esta teoría, aunque nunca dejó de creer en su validez científica y continuó sus investigaciones en privado.
El conflicto llega a su punto álgido: 1632 y el Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo
En 1632, Galileo publicó su obra más conocida, Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, escrita en forma de conversación entre tres personajes: uno defendía el sistema geocéntrico de Ptolomeo, otro el sistema heliocéntrico de Copérnico, y un tercero funcionaba como un mediador imparcial. Aunque Galileo afirmaba que la obra era imparcial, el personaje que defendía el modelo ptolemaico, llamado Simplicio, era retratado como alguien inepto y carente de razón.
Este libro desató la furia de la Iglesia, y en 1633, Galileo fue llamado nuevamente ante la Inquisición.
El juicio de Galileo por la Inquisición
En el juicio de 1633, Galileo fue acusado de herejía, principalmente por haber violado la orden de no defender el heliocentrismo. Aunque se le amenazó con la tortura, nunca fue sometido a ella. Finalmente, para evitar un castigo más severo, Galileo se vio obligado a retractarse públicamente de sus puntos de vista.
Se dice que después de su abjuración, Galileo murmuró la célebre frase “Eppur si muove” (“Y sin embargo, se mueve”), aunque no hay evidencia histórica que respalde esta afirmación. Tras el juicio, Galileo fue condenado a arresto domiciliario, una pena que cumplió en su villa en Arcetri, cerca de Florencia.
Sus últimos días y su legado
Durante sus últimos años de vida, Galileo continuó escribiendo en prisión domiciliaria. A pesar de la ceguera que lo afectó en sus últimos años, completó su obra Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas ciencias, donde desarrolló las bases de la física moderna.
Murió en 1642, pero su legado como científico siguió creciendo con el tiempo, y hoy se le considera uno de los fundadores del método científico moderno.
En 1979, el Papa Juan Pablo II encargó una revisión del juicio de Galileo, y en 1992 la Iglesia reconoció oficialmente los errores cometidos en su condena.
El caso de Galileo ha sido motivo de controversia durante siglos, y en muchos sentidos simboliza el conflicto entre la ciencia y la religión. Sin embargo, a lo largo de los años, tanto la ciencia como la Iglesia han aprendido de este incidente, y hoy en día, el Vaticano promueve la ciencia a través de su propio Observatorio Astronómico.
A lo largo de su vida, Galileo enfrentó numerosos desafíos, pero su perseverancia y su convicción en la búsqueda de la verdad cambiaron la historia. Hoy en día, es recordado como un pionero de la ciencia moderna y una figura clave en la relación entre la religión y la ciencia.