En el medio artístico, son muchos los cuadros que han alcanzado tal fama que se han vuelto icónicos, tanto dentro del mundo del arte como en la cultura popular. Uno de esos cuadros es El Grito, la obra más emblemática del noruego Edvard Munch. Creada cuando el pintor estaba en sus 30 años, esta pintura se ha convertido en símbolo del expresionismo europeo y de la desesperación humana. De hecho, existen cuatro versiones de El Grito, una de las cuales se encuentra en la Galería Nacional de Noruega, dos en el Museo Munch, y una última en una colección privada.
Esta obra ha suscitado interés no sólo por su técnica y simbolismo, sino también por los sorprendentes precios que ha alcanzado en subastas públicas. Una de sus versiones fue vendida por 119.9 millones de dólares en una subasta celebrada por Sotheby’s en Nueva York en 2012, convirtiéndose en una de las obras más caras jamás vendidas. Pero ¿qué representa realmente este cuadro y cuál es su historia?
El simbolismo de ‘El Grito’: la angustia existencial
El Grito ha sido interpretado como un poderoso símbolo de la angustia y desesperación existencial del hombre moderno. La figura central, de características andróginas, parece emitir (o escuchar) un grito, un sonido que parece atravesar todo el espacio circundante. Muchos especialistas han debatido si la figura está expresando un grito de pavor o si está reaccionando a un grito proveniente del entorno. De hecho, el mismo Munch escribió en su diario en 1891:
«Iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor desgarrador en el pecho… Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un grito interminable atravesaba la naturaleza.»
Este extracto de su diario refleja la inspiración que llevó a Munch a plasmar esta obra, una experiencia personal de profunda angustia asociada a un atardecer en la colina de Ekeberg, con Oslo de fondo.
El paisaje de fondo y el simbolismo del color
El paisaje que aparece en el fondo de El Grito representa la ciudad de Oslo, vista desde la colina de Ekeberg. Esta ubicación es especialmente significativa no solo porque fue el escenario real de la experiencia de Munch, sino también porque el artista logra transformar un paisaje tranquilo en un espacio de angustia mediante el uso del color. Los tonos cálidos como el rojo y el naranja dominan el cielo y el agua, mientras que los tonos fríos, en gris y azul, definen el fiordo y las áreas más bajas del cuadro.
El uso de colores complementarios y formas retorcidas en el fondo refuerzan el dinamismo y la vibración emocional de la obra. Los estudios sobre la pintura han sugerido que Munch captó en esta obra la dimensión del sonido, generando un impacto visual que parece estar en movimiento constante. Este ritmo visual es una de las características más importantes de la obra.
Análisis estilístico y técnica
En cuanto a la técnica, El Grito fue pintado en varias versiones utilizando témpera sobre cartón o óleos, lo que le da una textura única y una cierta brutalidad visual que refuerza el mensaje de desesperación. Las líneas onduladas que dominan la composición contrastan con las líneas rectas del puente y las figuras que se ven al fondo, creando una tensión visual que transmite caos y serenidad simultáneamente.
La distorsión de las figuras y elementos del paisaje es también una de las marcas distintivas de esta obra. El personaje principal está retratado de una forma intencionadamente antinaturalista, lo que permite que su sentimiento de desesperación se proyecte sobre la naturaleza. El cielo, el fiordo y el puente parecen vibrar junto con la figura, reforzando la idea de que la angustia se refleja en todo el entorno.
Historia del cuadro
A lo largo de los años, El Grito ha sido objeto de controversias y eventos curiosos. En 1994, la versión de la Galería Nacional de Oslo fue robada en plena luz del día por una banda de ladrones que dejaron una nota sarcástica: «Gracias por la falta de seguridad.» Tres meses después, la obra fue recuperada gracias a la cooperación internacional.
En otro incidente, en agosto de 2004, la versión expuesta en el Museo Munch fue robada a mano armada. Se pensó que la pintura podría haber sido destruida, pero fue recuperada dos años más tarde, aunque había sufrido daños irreparables debido a la humedad. Estos robos han añadido capas de misterio y tragedia a la historia de El Grito, haciéndolo aún más legendario.
Interpretaciones y legado cultural
El impacto de El Grito ha trascendido el mundo del arte. Desde su creación, la obra ha sido adoptada como un ícono cultural que representa la angustia humana. Desde la portada de la revista Time hasta la interminable parodia en la cultura popular (incluyendo referencias en programas de televisión y películas), la figura de Munch ha ganado un lugar en la imaginación colectiva.
Muchos consideran que El Grito es comparable con La Mona Lisa de Leonardo da Vinci en cuanto a su influencia y resonancia cultural. El simple hecho de que la figura se haya convertido en un símbolo reconocible en todo el mundo, incluso fuera del contexto artístico, habla de su poderosa capacidad para conectar emocionalmente con el espectador.
La obra de Munch no solo refleja su propia angustia personal, sino que también nos invita a reflexionar sobre la vulnerabilidad y el aislamiento del ser humano en la modernidad.