24 horas después de la unión entre el óvulo y el espermatozoide, comienza la segunda etapa del embarazo, también llamado periodo embrionario. En este momento se da la creación y el desarrollo del embrión. Este periodo también se caracteriza por el paso a través de diferentes etapas hasta dar lugar al feto.
Durante los cinco primeros días, cuando las dos células que provocan la formación del embrión comienzan a dividirse y crear otras células hasta el punto de que no es posible distinguirlas claramente, se habla de embrión en estado de mórula. Cinco días después, comienza la blástula. En este estadio de la gestación, el embrión tiene una forma redondeada y comienza a crear una cavidad interna que permitirá dar lugar a la formación de la placenta y del resto del cuerpo del futuro bebé.
Los primeros días de la blástula son los más importantes porque es durante esta etapa que el embrión debe fijarse al útero de la madre y comienza el proceso del embarazo. Normalmente, este proceso de implantación termina a los 14 días después de la fecundación.
Una vez fijado, el embrión comienza a crecer y a desarrollarse rápidamente, de forma que adquiere una forma alargada similar a la del bebé. A partir de la octava semana de embarazo, el bebé que va a nacer ya posee todos sus órganos y sus extremidades comienzan a desarrollarse. Es lo que se llama el estado fetal, cuando el embrión se convierte en feto.
Tal y como se ha explicado, en la octava semana del embarazo, ya no se habla de embrión sino de feto, porque el futuro bebé posee todos sus órganos internos, a pesar de que todavía no están completamente desarrollados, y sus brazos, piernas y dedos comienzan también a formarse. En este estadio, el bebé está considerado como un feto hasta el nacimiento. Por lo tanto se trata del período más largo del embarazo.